martes, 30 de agosto de 2011

El Planeta de los Simios: Revolución

Nadie se hacía ilusiones con la nueva película de ‘El Planeta de los Simios’, sobre todo después de lo mucho que le costó a Tim Burton sacarse encima las comparaciones desfavorables. ¿Porqué las cosas tendrían que ser distintas diez años después? Si el clásico de 1968 continúa despertando reverencia, poco sentido tiene una nueva versión. Difícil imaginarse a un ejecutivo de Hollywood razonando de esta manera, sobre todo cuando está impaciente de resucitar una franquicia valorada en millones de dólares. Pero la gente del dinero no es tonta, sabe cuando llega el momento de tomar riesgos y apostar por la calidad. Pasó antes con ‘Batman Inicia’ (2005) y ahora con ‘El Planeta de los Simios: Revolución’. Se trata de empezar todo de nuevo, profundizar en el estudio de personajes y ofrecer un espectáculo de magia sin perder en el camino una dosis de humildad. Traer a un joven director foráneo también ayuda a mantener el perfil bajo. Aquí la responsabilidad recayó en el inglés Rupert Wyatt, quien antes había dirigido el drama independiente ‘The Escapist’ (2008), que tuvo tantas críticas buenas como pocos espectadores. El resultado ha sido alabado en todos lados, y lo mejor que se puede decir de ella es que la saga ha dejado de ser un artefacto nostálgico para mirar hacia el futuro. 

La primera sorpresa es que, en esta película, los monos están lejos de mandar sobre la Tierra. Desde la primera escena –la persecución y captura de un grupo de primates en la jungla- se establece de que son una especie esclavizada por los humanos, quienes no muestran ningún asomo de compasión, los encierran o disparan sobre ellos, hasta que James Franco decide perdonarle la vida a un simio recién nacido que debió ser sacrificado. El actor de ‘127 Horas’ (2010) interpreta a un científico que busca desesperadamente la cura para el Alzheimer, enfermedad que consume gradualmente a su padre (John Lithgow). Cuando su conejillo de indias empieza a mostrar una inteligencia excepcional, Franco decide probar la misma medicina con su padre, una medida temeraria y al borde de la legalidad. Pero no había nada que perder y mucho que ganar, tal como lo demuestra la recuperación casi milagrosa del paciente. La ciencia parece haber triunfado sobre la muerte, pero sospechamos que esa conquista es efímera. César (el simio adoptado) continúa desarrollando su inteligencia, y la línea que lo separa de los humanos es cada vez más tenue. ¿Se puede seguir llamando animal a un ser que se pregunta cuál es su origen? En este punto, parece que César va a convertirse en un Frankenstein con cola: es prácticamente un monstruo, una aberración de la naturaleza, él mismo es consciente de ello. Cuando los hombres juegan a ser dioses, siempre hay un precio que pagar. El punto de quiebre es que César no está dispuesto a ser el sacrificado.   

En el fondo, es una cuestión de justicia. La revolución se ha ido incubando desde el primer abuso cometido contra los simios (nada más y nada menos que contra la madre de César), y solo hacía falta un líder, un caudillo, para poner al sistema en jaque. Ese personaje es César y no hay duda de que la historia que estamos viendo le pertenece: es la biografía de un personaje ficticio más grande que la vida. Como en muchas otras narraciones de este tipo –‘Espartaco’ (1960), ‘Gladiador’ (2000), ‘Mongol’ (2007)-, el libertador de un pueblo oprimido tiene que haber sufrido en carne propia la esclavitud y el genocidio de los suyos. Y como si fuera Enrique V, pero cubierto de pelos, César aprenderá cómo ser un rey legítimo, lo que también implica romper algunos lazos afectivos. ‘El Planeta de los Simios: Revolución’ es una declaración a favor de la libertad, y su estreno no pudo ser más oportuno, en momentos que las masas toman las calles de Trípoli y Santiago de Chile. Por cierto, Andy Serkis merece recibir un Oscar honorario por su actuación de César, pero también por lo que hizo antes en  la trilogía de ‘El Señor de los Anillos’ y en ‘King Kong’ (2005). El popular Gollum es el primer gran actor de la era digital.

CALIFICACIÓN: ****

Linterna Verde

El 2011 venía siendo un buen año para las películas de superhéroes –‘Thor’, ‘X-Men: Primera Generación’, ‘Capitán América’- pero siempre hay una excepción a  la regla. La crítica norteamericana no tuvo piedad con este personaje de DC Comics en su primera aventura cinematográfica –se dice que la franquicia no va más- pero tampoco seamos injustos con Linterna. Es cierto que esperábamos más de este superhéroe –sobre todo después de lo que hizo Jon Fraveau con ‘Iron Man’ (2008), modelo de adaptación inteligente y divertida- pero tampoco podemos dejar de señalar algunas de sus virtudes: una primera hora con buen ritmo, un protagonista carismático (Ryan Reynolds no desentona) y que resulta ser más complicado de lo que aparenta. Las imágenes tienen los colores de una paleta dulce, pero el sabor se pierde desde que la acción se traslada al planeta de las linternas verdes. Los niños no se aburrirán, pero los adultos tendrán mayor conexión emocional con cualquier episodio de los Súper Amigos. Es así de light.

CALIFICACIÓN: **

viernes, 26 de agosto de 2011

Destino Final 5

La saga de ‘Destino Final’ se ha convertido en una de las franquicias más rentables de la industria, al punto que desde el 2000 se han hecho cinco películas, las dos últimas en 3D, y todo indica que ni siquiera hemos llegado a la mitad de su ciclo comercial. Por supuesto que no todas han mantenido el mismo nivel cualitativo, pero el concepto que hace girar el negocio es tan fácil de entender, que cada guión se escribe por sí solo. Lo único que se necesita son un grupo de jóvenes yanquis –quizás lo último en su lista de prioridades sea morirse- que tenga la desgracia de coincidir en el lugar y en la hora equivocada. Nuestros protagonistas están marcados para morir, pero una premonición evita que se vayan todos juntos. Pero la parca no sabe lo que es perder y regresará para llevárselos, uno por uno, más temprano que tarde, sin que haya nada que pueda impedirlo. Lo extraordinario de esta serie es que la posibilidad de un final feliz está totalmente descartada. ¡Y el público exige eso! Hemos pagado una entrada para verlos morir lentamente, en eso hay algo o mucho de morbo, pero también está presente el deseo instintivo de encarar lo ineludible. No es tortura porno, sino existencialismo puro. Aún así, siempre hay la posibilidad de introducir variaciones, de no limitarse a repetir una fórmula sin aportar alguna pizca de imaginación. ‘Destino Final 5’ ha llegado más lejos que ninguna de sus predecesoras en explorar las posibilidades creativas de una fantasía macabra pero extrañamente lúdica, donde no solo sabemos de antemano cómo va a terminar la película, sino el orden exacto en que se irán produciendo las fatalidades.

Bajo la fachada de una película de terror para adolescentes, ‘Destino Final 5’ es una obra subversiva e insólita, no solo por lo que muestra sino también por lo que sugiere. Esto puede parecer paradójico considerando que la descripción de la violencia es bastante explícita, que cada escena de muerte ha sido filmada sin escatimar detalles grotescos. Aquí ocurren cosas terribles, accidentes y desastres de esos que sustentan nuestras pesadillas. Pero la manera tan exagerada, tan absurda como se producen las tragedias, encamina la lectura hacia otros terrenos alejados de lo fantástico, rozando por momentos la parodia, pero acercándose finalmente al surrealismo en su visión apocalíptica de la civilización. Cada espacio usado como escenario -puentes, aviones, oficinas, fábricas- es violentado, destruido y convertido en chatarra. No sostengo que el director Steven Quale –protegido de James Cameron- haya estado pensando en el manifiesto surrealista de André Breton o en el cine de Luis Buñuel, a la hora de planificar el rodaje, pero hay una intención indiscutible de burlarse de la lógica racional, de sublimar nuestros miedos latentes, hasta que la muerte se convierta en un gran parque de diversiones. Todo aquello que no podemos controlar, que escapa a nuestras previsiones, robustece a ‘Destino Final 5’, convirtiéndose en una celebración del caos y la anarquía. Si el cine es capaz de permitirnos estos momentos de catarsis, entonces es bueno para la humanidad. Porque desacralizar a la muerte es un derecho universal y si los mexicanos tienen su Día de los Muertos, entonces Hollywood tiene ‘Destino Final 5’. No todos los días se encuentra algo tan desquiciado, en donde una mujer salte por la ventana cuando está a punto de ser rescatada, o que un hombre perezca en pleno tratamiento de acupuntura. Y es que cuando te llega la hora, ni siquiera estás a salvo en un spa.

CALIFICACIÓN: ****

Cowboys y Aliens

Definida por sus propios guionistas como ‘Los Imperdonables’ con extraterrestres, ‘Cowboys y Aliens’ –basada en la novela gráfica del mismo nombre- ofrecía un concepto de lo más irreverente, por no decir desconcertante: mezclar dos géneros aparentemente incompatibles, uno de ellos relacionado con el pasado de Hollywood y el otro con su futuro. Pero sus productores le vieron potencial de blockbuster, y apostaron por un grandioso espectáculo de acción y efectos especiales. Decisión equivocada. Tras una primera media hora promisoria, ‘Cowboys y Aliens’ extravía la brújula y se convierte en un filme aparatoso, sin sentido del humor. Luego de que Daniel Craig –en una buena imitación de Clint Eastwood- recupera parcialmente la memoria y es identificado como el bandolero Jake Lonergan, su personaje se transforma de un sujeto peligroso en un héroe romántico de novela rosa. Quizás solo debió llamarse ‘Cowboys’.

CALIFICACIÓN: **

La Otra Familia

¿Quién dijo que ya no se hacen melodramas? El director mexicano Gustavo Loza abraza el folletín hasta las últimas consecuencias en ‘La Otra Familia’, firme candidata a ser la película más intencionalmente cómica y ridícula del 2011. Te hace frotar los ojos de incredulidad. En lo que parece ser el apresurado resumen de una telenovela progre, se presenta el caso de Hendrix (Bruno Loza, hijo del director y aparentemente sedado en todas sus escenas), un niño abandonado por su enloquecida madre, una pobre adicta al crack, y acogido con los brazos abiertos por una pareja de homosexuales recién casados, millonarios y nobles. Por supuesto que no faltan los personajes populares, los “buenos salvajes” que velan por la virilidad del moderno Oliver Twist (“Hendrix, ¡pon cara de machito!”). Aquí no se trata de defender una causa, sino de contar una historia con un mínimo de verosimilitud. Por eso dicen que el infierno está lleno de buenas intenciones.

CALIFICACIÓN: *

Amador

Dirigida por Fernando León de Aranoa, ‘Amador’ parte de una premisa que puede irritar a cualquier espectador ávido de verosimilitud: una mujer esconde por varios días el cadáver de un anciano para no perder su trabajo como enfermera. La necesidad la empuja a tomar esta decisión tan extraña. Ese es, en resumen, el argumento de ‘Amador’, película que -sin revelar ningún spoiler- lleva el nombre del infortunado hombre cuyo cuerpo sin vida es custodiado por Marcela (Magaly Solier), una emigrante que lleva en su vientre a un bebé. Marcela es una mujer en problemas: ignorada por el marido (Pietro Sibille), abrumada por la culpa, temerosa de ser descubierta por los vecinos y familiares del finado. Sin embargo, Marcela está decidida a continuar adelante con su plan, hallándose a sí misma. Aunque no convence por su exceso de simbolismos, ‘Amador’ es un trabajo serio y arriesgado, que se sostiene gracias a su actriz principal.

CALIFICACIÓN: ***

Los Pitufos

Antes de ingresar a la sala, recuerde que el filme se llama ‘Los Pitufos’ y trata sobre unos seres diminutos de color azul. Es decir, hay que ir con la disposición de ver una fantasía apta para todos y sin ninguna otra pretensión que entretener a los niños y a sus padres. Eso no implica que el espectador esté obligado a soplarse cualquier barbaridad, pero si le cuesta creer que los pitufos son encantadores, o si se identifica secretamente con Gárgamel, entonces no pierda su tiempo. El que escribe estas líneas creció leyendo las historietas de Peyo, viendo la serie de dibujos animados y también recuerda haber asistido al estreno de ‘Los Pitufos y la Flauta Mágica’ (1976), allá por 1984, cuando la pitufimanía daba la hora. Le agradezco al director Raja Gosnell por no haber destruido ese recuerdo. Creo que su película sabe rendirle homenaje a un clásico de la infancia, aprovechando el humor slapstick y a Nueva York como la ciudad donde todo es posible.

CALIFICACIÓN: ***

domingo, 21 de agosto de 2011

Al Otro Lado del Corazón

Basada en una obra teatral ganadora del premio Pulitzer, ‘Al Otro Lado del Corazón’ -insípido título español para ‘Rabbit Hole’- trata sobre un matrimonio que intenta recuperarse emocionalmente tras la muerte de su pequeño hijo, ocurrido en un fatal accidente. No es el tipo de película que la gente vaya corriendo a ver, y es una pena que así sea porque el cine no solo sirve para entretenernos: también puede confrontarnos con nuestras peores pesadillas y ayudarnos a comprender la conducta de la gente que nos rodea, especialmente aquellos que no son felices, ni son modelos de perfección. Por supuesto que los telefilmes suelen aprovecharse de estas tragedias domésticas para dar mensajes de superación personal o invocar a la unión familiar. Pero ‘Al Otro Lado del Corazón’ es una verdadera película de duelo, de esas que están marcadas por la tristeza, por la pérdida irreparable, y de las que nadie sale sintiéndose una mejor persona. Los realizadores han evitado cualquier coartada sentimental en beneficio de la verosimilitud.

La película se distingue desde un principio, desde que elige en qué momento empezar la narración. Lo más convencional hubiera sido mostrar los días previos al accidente, lo que hubiera sido muy efectivo para convencernos de que antes todo era felicidad. O los días posteriores, incluyendo el velorio, el entierro y todo aquello que inmediatamente nos pondría en un ánimo luctuoso. Ni uno ni lo otro. Han pasado 8 meses desde aquel terrible día en que Danny cruzó la pista persiguiendo a su perro y fue embestido por un carro que pasaba justo frente a su casa. Pero esa información detallada no la sabremos hasta varios minutos después. Si el espectador acude al cine sin conocer la trama, no tendrá idea del sufrimiento que cargan los protagonistas desde el primer minuto. Esto es perfectamente comprensible porque ni Becca ni Howie Corbett (Nicole Kidman y Aaron Eckhart, respectivamente) hablan en voz alta sobre Danny. La intención es que presenciemos cómo esa ilusión de normalidad se va derrumbando, de que es imposible tapar el solo con un dedo. A pesar de que ambos se aman, el suyo es un hogar destruido. 

Para que haya intriga, no solo se requiere de un guión competente –autoría de David Lindsay-Abaire, quien ha adaptado para el cine su propia obra teatral- sino también de un director capaz de reconocer el misterio que encierra una pareja, una familia, una comunidad. Un narrador pero sobre todo un pensador, que sepa intuir hasta qué punto este caso particular nos hace replantear nuestras creencias, nuestros valores, nuestra forma de mirar a los demás. El cineasta independiente John Cameron Mitchell –autor de los manifiestos provocadores ‘Hedwig and the Angry Inch’ (2001) y ‘Shortbus’ (2006)- huye del melodrama, del llanto fácil, y protege a sus personajes del morbo que concita el sufrimiento ajeno. En ese sentido, todos los que acercan a este círculo de dolor (la madre y la hermana de Beckie, los amigos y conocidos de la pareja), juegan un papel importante en la terapia de los Corbett, algunos de manera más responsable que otros.  Mención aparte para el joven artista Jason (Miles Teller), un estudiante con toda la vida por delante y que debe lidiar con el peso de ser el asesino no intencional de un niño. Su inesperada madurez convence a Becca de que es posible sobrellevar cualquier cosa, de que siempre habrá un lugar donde encontrar consuelo. Nicole Kidman –quien además es productora- confirma con esta actuación que es una de las actrices más valientes hoy en día, mientras que Aaron Eckhart da la talla como un noble representante del dolor viril.

CALIFICACIÓN: ****

Me Enamoré en Nueva York

Si usted fue uno de los afortunados cinéfilos que vio ‘París Te Amo’ (2006), entonces está familiarizado con el concepto. El productor Emmanuel Benbihy ha patentado una serie de filmes consagrados a metrópolis de los cinco continentes. En cada una de estas películas de episodios, participan directores y actores reconocidos, disponiendo de escasos minutos de exposición para plasmar su amor a la ciudad elegida para la ocasión. La franquicia ha conquistado a un sector del público y pronto será el  turno de Shangai, Río de Janeiro y Venecia. Si la calidad artística se mantiene, o incluso supera las incursiones en París y Nueva York, seguiremos enganchados con el romántico proyecto. 

El grato recuerdo de ‘París Te Amo’ –hay que reconocerlo, ha crecido con el transcurrir del tiempo- se debe principalmente a los cortometrajes de directores como Gus Vant Sant, Nabuhiro Suwa, Olivier Assayas, Wes Craven y sobre todo Alexander Payne, cuyo ‘14e Arrodissement’ era una obra maestra en miniatura. Por supuesto que también estaban los hermanos Coen, Alfonso Cuarón, Sylvain Chomet, Tom Tykwer, Walter Salles, Isabel Coixet, entre otros autores más o menos conocidos, más o menos talentosos, pero que cumplían con lo más importante: ofrecer variedad y distintas interpretaciones sobre lo que puede hacerse en escasos 6 u 8 minutos de metraje.

En ‘Me Enamoré en Nueva York’ se ha reducido la cantidad de autores, y el menú no es tan apetecible como el de su contraparte parisina. No son los grandes nombres que iluminan la competencia de los festivales de cine europeos (con la posible excepción del alemán Fatih Akin), pero a costa de este recorte, se ha ganado un mayor sentido de unidad, por lo que estas viñetas están intercomunicadas de manera más orgánica. La mano del productor es evidente, pero no como un defecto sino como un valor agregado. Es por eso que no hay grandes desniveles entre las viñetas desarrolladas, o estos se sienten menos; la película fluye con naturalidad bajo el sólido peso de su idea original. 

Pese a que veo con buenos ojos la franquicia creada por Emmanuel Benbihy, también soy consiente de sus limitaciones, de su tufillo culturoso, y comprendo que tenga sus detractores. Desde luego, hay que estar en un estado de ánimo especial para poder relajarse y disfrutar con algo tan inocuo como ‘Me Enamoré en Nueva York’, un producto comercial antes que artístico, que ciertamente quiere complacer al espectador, que tiende a confundir la belleza con la cosmética. Pero esto no es “la realidad”, hay que entender eso. Es pura ilusión, una fragancia creada por perfumistas de gusto exquisito. Igual hay que reconocer que es trabajo generoso, una celebración del cine y de la vida. 

Las dos mejores historias de ‘Me Enamoré en Nueva York’ son las más opuestas en forma y estilo, están firmadas por Shekhar Kapur y Joshua Marston. En la primera, el autor de ‘Elizabeth’ (1998) adapta un guión original del fallecido Anthony Minghella, acerca de una veterana cantante (Julie Christie) que se hospeda en un hotel que también debe ha conocido épocas mejores. Sus intenciones son secretas, pero hay algo hondamente triste en ella que genera una empatía con el botones (Shia LaBeouf), un joven inmigrante de aspecto enfermizo. Es el episodio más enigmático e irreal, también el más estilizado. Todo lo contrario al de Marston, el mismo de ‘María, Llena Eres de Gracia’ (2004), quien halla poesía en lo cotidiano, observando humor y ternura en la relación de una pareja de ancianos (Eli Wallach y Cloris Leachman) que sale a caminar. 

Otras viñetas logradas y filmadas con sensibilidad –aunque demasiado breves para ser memorables- son las del chino Jiang Wen (con Andy Garcia y Hayden Christensen disputándose a la chica), la del japonés Shunji Iwai (con Orlando Bloom como un músico luchando con Dostoievsky), la del francés Yvan Attal (entretenido duelo verbal entre Maggie Q y el mejor Ethan Hawke), y la de Fatih Akin (con Uğur Yücel como un pintor solitario a punto de desfallecer). La verdad es que incluso los peores cortos –los que corresponden a Allen Hughes, Mira Nair, Natalie Portman- tienen alguna imagen, alguna actuación, algún ímpetu experimental, que las convierte, por lo menos, en placeres culposos. ¡Si hasta Brett “The Rat” Ratner parece haber sido tocado por la inspiración! Sin duda Nueva York nos hace creer en los milagros.

CALIFICACIÓN: ***

La Noche del Demonio

El equipo creativo de ‘Juego Macabro’ –el director James Wan y el guionista Leigh Whannell, ambos procedentes de Australia- se anotan un nuevo éxito comercial –$91 millones de taquilla mundial, nada mal considerando que costó $1.5 millones-, y de crítica –pocas películas de terror obtienen un promedio favorable en Rotten Tomatoes-, con este extraño pero no curioso, oscuro pero no siniestro, thriller sobrenatural de casa embrujada y posesiones demoníacas. Un joven matrimonio (Patrick Wilson y Rosa Byrne) debe enfrentar una situación desesperada cuando su hogar es amenazado por fantasmas, hasta que uno de sus hijos entra en estado de coma sin ninguna explicación. Es entonces que deciden llamar a “los cazafantasmas”, un equipo de seudo espiritistas que, en un abrir y cerrar de ojos, descubren el origen del mal: nada más y nada menos que las proyecciones astrales (¿?). Pudo ser delirante pero tiene pretensiones atorrantes.

CALIFICACIÓN: *

Triste San Valentín

Aunque esté saliendo de la cartelera, el segundo filme de Derek Cianfreance no puede ser obviado tan fácilmente. Ryan Gosling y Michelle Williams ponen todo su talento al servicio de una pareja de jóvenes amantes que atraviesan los momentos más gloriosos y los más dolorosos de una relación sentimental. ‘Triste San Valentín’ es una historia de amor como muchas otras en el mundo real, sus protagonistas pertenecen a la clase trabajadora y no hay ningún villano que se interponga entre ellos, pero está contada con una sinceridad que raramente se encuentra en el cine contemporáneo, incluso en el circuito independiente. Más allá de los característicos desenfoques, jump-cuts, la cámara en mano o la textura granulada de la imagen, ‘Triste San Valentín’ es una obra de espíritu independiente a la manera que John Cassavetes concebía el cine: como una lucha sin tregua entre personas que necesitan expresar sus sentimientos. Imprescindible.

CALIFICACIÓN: ****

jueves, 11 de agosto de 2011

Súper 8

El afamado J.J. Abrams –máximo gurú de la nueva era dorada de las series de TV- inició su carrera como director de cine con dos excelentes blockbusters de verano: ‘Misión Imposible III’ (2006) y ‘Star Trek’ (2009), ambas éxitos en la taquilla pero relativamente menospreciadas por la crítica especializada. Abrams está de vuelta con ‘Súper 8’, otro filme de género que busca satisfacer los gustos del público masivo, pero sin sacrificar sus exigentes estándares de calidad. En esta ocasión, Abrams tiene como aliado a Steven Spielberg, quien oficia de productor y algo más que eso. Cualquier cinéfilo que haya visto el trailer habrá deducido que ‘Súper 8’ es un homenaje al tipo de cine que Spielberg patentó las décadas de los 70 y los 80, en el que la inocencia de la mirada iba de la mano con una generosa cuota de imaginación y efectos especiales. Ello es evidente desde que la historia se remonta a fines de la década de los 70, cuando los niños aún recurrían a su imaginación para pasar el tiempo y casi nunca lo hacían solos. Otras épocas, definitivamente, mucho antes del arribo de la tecnología digital, cuando las películas en formato súper 8 eran indispensables en un hogar de video aficionados.

En 1979, J.J. Abrams tenía la misma edad que los púberes protagonistas de ‘Súper 8’. Tal vez por eso parece conocerlos tan bien. Ellos forman parte del equipo de filmación de ‘El Caso’, un cortometraje de zombis, escrito y dirigido por Charles Kaznyk (Riley Griffiths), un niño regordete que podría llegar a ser el nuevo Alfred Hitchcock u Orson Welles. Pero aquí el verdadero héroe es su fiel amigo Joseph Lamb (Joel Courtney), encargado del maquillaje y los efectos especiales. Una noche, un accidente ferroviario interrumpe el rodaje y casi mata a los cineastas amateurs. De pronto, el pueblo de Lillian se transforma en una base militar, al mismo tiempo que empiezan a ocurrir cosas muy extrañas que alarman a los vecinos. Joseph y sus amigos se hallan en medio de estos acontecimientos y su intervención será decisiva. Contra todo pronóstico, los niños y no la policía ni el ejército serán los llamados a rescatar al pueblo de la destrucción.

Hay dos historias pugnando por imponerse en ‘Súper 8’. La que trata sobre los golfillos y sus esfuerzos por filmar una película “con valores de producción” es extraordinaria. Que una cinta sea más o menos cinéfila, que sea un ejemplo de “cine dentro del cine” no tiene un valor intrínseco, pero ‘Súper 8’ es una bella metáfora sobre lo que significa crear una obra de ficción sin ninguna otra ambición que la de disfrutar el proceso creativo. Hacer cine como si fuera de un juego de niños. ¿No es esa la aspiración de todo director de Hollywood?, ¿cuántos de ellos poseen una actitud tan fresca como la de estos chicos, o la misma capacidad para improvisar sobre la marcha? Como el Spielberg de ‘Encuentros Cercanos del Tercer Tipo’ (1977), J.J. Abrams está en contacto con su niño interior, y su nostalgia por la inocencia del cine es el rasgo más valioso del filme.

Si hacer cine es una aventura apasionante, un escape del mundo de los adultos, salvar al mundo de los aliens es un trabajo tedioso. Esa otra historia en ‘Súper 8’ –la inevitable monster movie-, está contada sin inspiración, resultando en un cúmulo de lugares comunes, objetos misteriosos, persecuciones alocadas, escenas elaboradas de suspenso, pero sin tensión dramática ni poder de asombro. Todo ese despliegue de acción conduce a la reconciliación de Joseph con su padre, ambos distanciados desde la muerte de la madre. La ejecución es tan sobria como conservadora ya que la influencia de Spielberg se ha convertido a estas alturas en un lastre. El pequeño y delicado romance entre Joseph y la actriz Alice (Elle Fanning), nunca debió pasar a un segundo plano. ‘Super 8’ no es el mejor Abrams pero revela otras posibilidades de su talento. Más poder para él.  

CALIFICACIÓN: ***

Capitán América

Ya era hora que el Capitán América tenga una película decente, pese a que los tiempos no son los mejores para los EE.UU. y su credibilidad como nación pacifista sea ilusoria. ¿Cómo seguir creyendo en la nobleza del Capitán América luego de Vietnam, Irak y otras invasiones similares? Es entonces cuando se requiere de toda la magia del cine y el talento de buenos narradores. La película del experimentado Joe Johnston (‘Rocketeer’) respeta el argumento original del cómic de la Marvel, en la que un alfeñique de buen corazón se transforma en un soldado casi perfecto por obra y gracia de la ciencia. Son los años de la II Guerra Mundial y el idealista Steve Rogers busca desesperadamente enrolarse en el ejército, no para matar a Hitler y sus secuaces, ni por la gloria del vencedor, sino por solidaridad con sus amigos y compatriotas que perecen en el frente de batalla. Antes de ser Capitán América, Steve Rogers ya era un héroe moral. Entra en escena el genial Stanley Tucci como el Doctor Erskine y nace un superhéroe…pero no tan rápido. El aspecto visual de la película es absolutamente retro –hasta parece una cinta antigua de Hollywood- pero su sensibilidad es decididamente moderna: Capitán América es explotado y convertido en un mono de propaganda. Entonces no son suficientes las buenas intenciones: hay que ganarse el respeto de los hombres y del recio coronel que interpreta Tommy Lee Jones. Sus dos horas de metraje se pasan volando.

CALIFICACIÓN: ***

jueves, 4 de agosto de 2011

El Asesino Dentro De Mí


El estadounidense Jim Thompson (1906-1977) fue uno de los más grandes escritores de literatura pulp, especializándose en relatos criminales aparentemente banales pero que esconden una profundidad insospechada. Thompson también incursionó en el mundo del cine, llegando a colaborar con Stanley Kubrick en los guiones de ‘Casta de Malditos’ (1956) y ‘Senderos de Gloria’ (1957). Fue justamente el director de ‘Lolita’ (1962) quien describió la novela de Thompson ‘El Asesino Dentro de Mí’ –inicialmente publicada en 1952- como “la historia contada en primera persona más aterradora y creíble de una mente criminal que he encontrado”. Luego de varios intentos frustrados, este inquietante libro ha sido adaptado por el inglés Michael Winterbottom, resultando en el trabajo más polémico de su infatigable carrera, la misma que incluye a las notables ‘Jude’ (1996), ‘Wonderland’ (1999), ’24 Hour Party People’ (2002), ‘In This World’ (2002). A Winterbottom lo han llamado “camaleón” por la desenvoltura que tiene para cruzar géneros y estilos, haciendo gala de una filmografía ecléctica e impredecible, lo que es visto con recelo por los críticos más incondicionales de la “teoría del autor”.

‘El Asesino Dentro de Mí’ narra la historia de Lou Ford (Casey Affleck), un aprendiz de sheriff que se encuentra con la oportunidad perfecta de saldar una antigua deuda personal. Para cobrarse la revancha y salir sin ningún rasguño, Lou invocará a la bestia que dormita en su interior. “Lo malo de vivir en pequeños pueblos es que todos creen que realmente te conocen”, reflexiona Lou antes de que la violencia estalle, cuando todavía no imaginaba desatar el infierno sobre su querida y apacible comunidad tejana. Estamos en la década de los 50, aún no habían ocurrido los atroces sucesos en que se basó Truman Capote para ‘A Sangre Fría’. Todavía era posible creer en la bondad de los extraños, en la inocencia de Norteamérica. El mismo Lou se describe a si mismo como un caballero sureño de valores tradicionales; es uno más entre tantos ciudadanos anónimos y un poco más que eso: carismático y seductor, Lou es capaz de encantar a las mujeres más deseables (su novia, Amy Stanton, le rinde pleitesía) pero también sabe cómo ganarse el respeto y la admiración de sus colegas y vecinos, poniéndose a la altura de los más humildes y de los más poderosos. Nadie sospecharía que es un psicópata.

Todo análisis o comentario sobre ‘El Asesino Dentro de Mí’, por más breve que sea, tendrá que detenerse en la violencia explícita -a ratos intolerable-, que Michael Winterbottom ha filmado con la minuciosidad de un cirujano. Desde que se supo que en este filme las sensuales Jessica Alba y Kate Hudson eran brutalmente castigadas, muchos se abalanzaron a condenar al director de oportunista, un explotador de la violencia. Pero comparar la complejidad artística de ‘El Asesino Dentro de Mí’ con la de ‘Juego Macabro’ es perder cualquier perspectiva crítica. Personalmente me sentí mucho más afectado por la sangre fría, por la falta de compasión de Lou, que por la ferocidad de sus golpizas. Creo que esta película consigue algo muy difícil: acompañar permanentemente a un personaje completamente amoral, un calculador desalmado, que sin embargo tiene el carisma de un dandy. Pero Lou Ford no es Alexander deLarge, el inolvidable antihéroe de ‘Naranja Mecánica’ (1971), y hubiese sido irresponsable forzar la complicidad con un ser tan siniestro, tan concreto en su psicología retorcida. Aún así, hay que destacar que no se trata de una obra truculenta o de atmósfera opresiva, por el contrario, hay mucho de qué disfrutar, desde una intriga que se saborea a cada minuto, hasta el trabajo con la música, que no solo ayuda a ambientar las acciones sino que enriquece el perfil de los personajes. No será para todos los públicos pero ‘El Asesino Dentro de Mí’ es una de las contribuciones más audaces al cine negro del nuevo siglo. 

CALIFICACIÓN: ****