domingo, 21 de agosto de 2011

Me Enamoré en Nueva York

Si usted fue uno de los afortunados cinéfilos que vio ‘París Te Amo’ (2006), entonces está familiarizado con el concepto. El productor Emmanuel Benbihy ha patentado una serie de filmes consagrados a metrópolis de los cinco continentes. En cada una de estas películas de episodios, participan directores y actores reconocidos, disponiendo de escasos minutos de exposición para plasmar su amor a la ciudad elegida para la ocasión. La franquicia ha conquistado a un sector del público y pronto será el  turno de Shangai, Río de Janeiro y Venecia. Si la calidad artística se mantiene, o incluso supera las incursiones en París y Nueva York, seguiremos enganchados con el romántico proyecto. 

El grato recuerdo de ‘París Te Amo’ –hay que reconocerlo, ha crecido con el transcurrir del tiempo- se debe principalmente a los cortometrajes de directores como Gus Vant Sant, Nabuhiro Suwa, Olivier Assayas, Wes Craven y sobre todo Alexander Payne, cuyo ‘14e Arrodissement’ era una obra maestra en miniatura. Por supuesto que también estaban los hermanos Coen, Alfonso Cuarón, Sylvain Chomet, Tom Tykwer, Walter Salles, Isabel Coixet, entre otros autores más o menos conocidos, más o menos talentosos, pero que cumplían con lo más importante: ofrecer variedad y distintas interpretaciones sobre lo que puede hacerse en escasos 6 u 8 minutos de metraje.

En ‘Me Enamoré en Nueva York’ se ha reducido la cantidad de autores, y el menú no es tan apetecible como el de su contraparte parisina. No son los grandes nombres que iluminan la competencia de los festivales de cine europeos (con la posible excepción del alemán Fatih Akin), pero a costa de este recorte, se ha ganado un mayor sentido de unidad, por lo que estas viñetas están intercomunicadas de manera más orgánica. La mano del productor es evidente, pero no como un defecto sino como un valor agregado. Es por eso que no hay grandes desniveles entre las viñetas desarrolladas, o estos se sienten menos; la película fluye con naturalidad bajo el sólido peso de su idea original. 

Pese a que veo con buenos ojos la franquicia creada por Emmanuel Benbihy, también soy consiente de sus limitaciones, de su tufillo culturoso, y comprendo que tenga sus detractores. Desde luego, hay que estar en un estado de ánimo especial para poder relajarse y disfrutar con algo tan inocuo como ‘Me Enamoré en Nueva York’, un producto comercial antes que artístico, que ciertamente quiere complacer al espectador, que tiende a confundir la belleza con la cosmética. Pero esto no es “la realidad”, hay que entender eso. Es pura ilusión, una fragancia creada por perfumistas de gusto exquisito. Igual hay que reconocer que es trabajo generoso, una celebración del cine y de la vida. 

Las dos mejores historias de ‘Me Enamoré en Nueva York’ son las más opuestas en forma y estilo, están firmadas por Shekhar Kapur y Joshua Marston. En la primera, el autor de ‘Elizabeth’ (1998) adapta un guión original del fallecido Anthony Minghella, acerca de una veterana cantante (Julie Christie) que se hospeda en un hotel que también debe ha conocido épocas mejores. Sus intenciones son secretas, pero hay algo hondamente triste en ella que genera una empatía con el botones (Shia LaBeouf), un joven inmigrante de aspecto enfermizo. Es el episodio más enigmático e irreal, también el más estilizado. Todo lo contrario al de Marston, el mismo de ‘María, Llena Eres de Gracia’ (2004), quien halla poesía en lo cotidiano, observando humor y ternura en la relación de una pareja de ancianos (Eli Wallach y Cloris Leachman) que sale a caminar. 

Otras viñetas logradas y filmadas con sensibilidad –aunque demasiado breves para ser memorables- son las del chino Jiang Wen (con Andy Garcia y Hayden Christensen disputándose a la chica), la del japonés Shunji Iwai (con Orlando Bloom como un músico luchando con Dostoievsky), la del francés Yvan Attal (entretenido duelo verbal entre Maggie Q y el mejor Ethan Hawke), y la de Fatih Akin (con Uğur Yücel como un pintor solitario a punto de desfallecer). La verdad es que incluso los peores cortos –los que corresponden a Allen Hughes, Mira Nair, Natalie Portman- tienen alguna imagen, alguna actuación, algún ímpetu experimental, que las convierte, por lo menos, en placeres culposos. ¡Si hasta Brett “The Rat” Ratner parece haber sido tocado por la inspiración! Sin duda Nueva York nos hace creer en los milagros.

CALIFICACIÓN: ***

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