jueves, 11 de agosto de 2011

Súper 8

El afamado J.J. Abrams –máximo gurú de la nueva era dorada de las series de TV- inició su carrera como director de cine con dos excelentes blockbusters de verano: ‘Misión Imposible III’ (2006) y ‘Star Trek’ (2009), ambas éxitos en la taquilla pero relativamente menospreciadas por la crítica especializada. Abrams está de vuelta con ‘Súper 8’, otro filme de género que busca satisfacer los gustos del público masivo, pero sin sacrificar sus exigentes estándares de calidad. En esta ocasión, Abrams tiene como aliado a Steven Spielberg, quien oficia de productor y algo más que eso. Cualquier cinéfilo que haya visto el trailer habrá deducido que ‘Súper 8’ es un homenaje al tipo de cine que Spielberg patentó las décadas de los 70 y los 80, en el que la inocencia de la mirada iba de la mano con una generosa cuota de imaginación y efectos especiales. Ello es evidente desde que la historia se remonta a fines de la década de los 70, cuando los niños aún recurrían a su imaginación para pasar el tiempo y casi nunca lo hacían solos. Otras épocas, definitivamente, mucho antes del arribo de la tecnología digital, cuando las películas en formato súper 8 eran indispensables en un hogar de video aficionados.

En 1979, J.J. Abrams tenía la misma edad que los púberes protagonistas de ‘Súper 8’. Tal vez por eso parece conocerlos tan bien. Ellos forman parte del equipo de filmación de ‘El Caso’, un cortometraje de zombis, escrito y dirigido por Charles Kaznyk (Riley Griffiths), un niño regordete que podría llegar a ser el nuevo Alfred Hitchcock u Orson Welles. Pero aquí el verdadero héroe es su fiel amigo Joseph Lamb (Joel Courtney), encargado del maquillaje y los efectos especiales. Una noche, un accidente ferroviario interrumpe el rodaje y casi mata a los cineastas amateurs. De pronto, el pueblo de Lillian se transforma en una base militar, al mismo tiempo que empiezan a ocurrir cosas muy extrañas que alarman a los vecinos. Joseph y sus amigos se hallan en medio de estos acontecimientos y su intervención será decisiva. Contra todo pronóstico, los niños y no la policía ni el ejército serán los llamados a rescatar al pueblo de la destrucción.

Hay dos historias pugnando por imponerse en ‘Súper 8’. La que trata sobre los golfillos y sus esfuerzos por filmar una película “con valores de producción” es extraordinaria. Que una cinta sea más o menos cinéfila, que sea un ejemplo de “cine dentro del cine” no tiene un valor intrínseco, pero ‘Súper 8’ es una bella metáfora sobre lo que significa crear una obra de ficción sin ninguna otra ambición que la de disfrutar el proceso creativo. Hacer cine como si fuera de un juego de niños. ¿No es esa la aspiración de todo director de Hollywood?, ¿cuántos de ellos poseen una actitud tan fresca como la de estos chicos, o la misma capacidad para improvisar sobre la marcha? Como el Spielberg de ‘Encuentros Cercanos del Tercer Tipo’ (1977), J.J. Abrams está en contacto con su niño interior, y su nostalgia por la inocencia del cine es el rasgo más valioso del filme.

Si hacer cine es una aventura apasionante, un escape del mundo de los adultos, salvar al mundo de los aliens es un trabajo tedioso. Esa otra historia en ‘Súper 8’ –la inevitable monster movie-, está contada sin inspiración, resultando en un cúmulo de lugares comunes, objetos misteriosos, persecuciones alocadas, escenas elaboradas de suspenso, pero sin tensión dramática ni poder de asombro. Todo ese despliegue de acción conduce a la reconciliación de Joseph con su padre, ambos distanciados desde la muerte de la madre. La ejecución es tan sobria como conservadora ya que la influencia de Spielberg se ha convertido a estas alturas en un lastre. El pequeño y delicado romance entre Joseph y la actriz Alice (Elle Fanning), nunca debió pasar a un segundo plano. ‘Super 8’ no es el mejor Abrams pero revela otras posibilidades de su talento. Más poder para él.  

CALIFICACIÓN: ***

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