viernes, 2 de septiembre de 2011

La Doble Vida de Walter

“Esta es una foto de Walter Black…”, es lo primero que escuchamos decir a un narrador omnisciente que nos introduce en el drama del protagonista: un ejecutivo de mediana edad que ha caído abismalmente en las garras de la depresión, convirtiéndose en un fantasma, en una triste sombra de la persona que fue alguna vez. Walter Black (Mel Gibson) es una carga para su familia y una amenaza para sí mismo. Cuando su sufrida esposa (Jodie Foster) decide abandonarlo, Walter intenta suicidarse, pero es rescatado a último minuto por un aliado inesperado: un castor de marioneta. No hacen falta mayores explicaciones cuando se tiene un concepto tan asombroso, de esos que abren un abanico de posibilidades narrativas, pero la película de Jodie Foster conoce bien el rumbo y apunta directamente al fondo emocional. Ciertamente el argumento es extraño, parece sacado de una comedia absurda, pero se trata de un drama familiar asentado en las relaciones humanas, al igual que ‘Mentes que Brillan’ (1991) y ‘Home for the Holidays’ (1995), los anteriores trabajos de Foster como directora. Pocos hubieran apostado que la historia de un hombre maduro obsesionado con un muñeco pudiera ser tomada en serio.

“Esta es una foto de Walter Black…” insiste el narrador en off, pero ahora nos hallamos en otro momento de la película. Walter ha logrado sobrellevar su depresión apoyándose en el Castor, pero a costa de un precio elevado: el alejamiento de sus seres queridos.  Hombre y títere se han vuelto uno solo, se acompañan a cada rato y a todos lados, pero lo que no está claro es quién hace hablar a quién. Lo que en un principio podía tener algo de gracia, incluso ser aceptado como la excentricidad un millonario chiflado, ya no provoca ninguna sonrisa sino honda preocupación. El Castor ha suplantado a la familia y la depresión de Walter está cada vez más cercana a locura. ¿Estaremos a puertas de un drama clínico? La respuesta quizás sea afirmativa para el que quiera verlo de esa manera (¡cuántos cine-forum saldrán de ella!), pero los que apenas estamos interesados en la psiquiatría sacaremos nuestra propia lectura y será tan válida como la de un experto. Sospecho que para Jodie Foster este escenario hipotético es el más deseado. Existe un equilibrio entre la rigurosidad científica del caso y las necesidades dramáticas del filme. Romantizar una enfermedad mental es común en Hollywood, pero ‘La Doble Vida de Walter’ no es una película complaciente. Es sincera hasta que te llega a doler.  

Revisando las críticas en contra (un ejercicio que acostumbro hacer), me he quedado con la impresión de que coinciden en un punto específico: una premisa tan extravagante, exigía una puesta en escena igual de impredecible, como si en manos de un autor más provocador (Lynch, Solondz, pónganle el nombre que quieran), esta obra hubiera sido un derroche de creatividad. ¿Se puede acusar a ‘La Doble Vida de Walter’ de ser impersonal? ¿O acaso podemos hablar de un prejuicio hacia los melodramas familiares? No olvidemos que este debía ser el reality de Mel Gibson, su exorcismo público, su oportunidad de soltar su verdadero “yo” ante las cámaras. Pero Walter Black, con todas sus manías y defectos, está lejos de ser el sujeto indeseable que los medios han convertido al actor de ‘Mad Max’ (1979). El esperado freak show nunca llega a celebrarse, en cambio somos testigos de la soledad de un hombre incapaz de abrazar la vida y que sufre por ello. La posibilidad de un final feliz es cada vez más improbable para el desdichado Walter, y hay que darle la razón a su hijo mayor (una versión más joven y más sabia de su padre) cuando afirma, sin amargura, que “las cosas no siempre salen bien”. Entonces, cuando todo ha fallado, solo queda perdonar al mundo, perdonarse a uno mismo, y reconocer que la humanidad tiene derecho a ser imperfecta.

CALIFICACIÓN: ****

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