sábado, 2 de julio de 2011

Sin Límite



A veces ir al cine sin saber absolutamente nada sobre la película que te espera, puede ser el escenario perfecto para amplificar tu experiencia como espectador. Fui a ver ‘Sin Límite’ esperando encontrarme con una historia de estafadores bacanes, vestidos en Armani y de permanente sonrisa dentrífica. El prólogo no hizo más que confirmar mis sospechas. Divisamos a Bradley Cooper con su habitual autosuficiencia, pese a que está parado en la cumbre de un rascacielos. Su voz en off nos informa de que está acorralado, de que nada de lo que está pasando hubiera sido imaginable algunos meses atrás. No estoy seguro si realmente quiero saber cómo llegó hasta allí, pero comprendo que la historia debe empezar ahora. Disfruto la secuencia de los créditos de presentación (el ojo de la cámara se adentra en Nueva York, “sin límite” de profundidad) y espero pacientemente alguna sorpresa del director Neil Burger. Entonces llega el batacazo: ‘Sin Límite’ es un relato fantástico que no hubiera desentonado en ‘La Dimensión Desconocida’. Un perdedor tropieza un día con una pastilla que le permite acceder al 100% de su cerebro (según el mito, los humanos solo usamos el 20% de nuestro órgano más importante). Imagínense las posibilidades…son infinitas. De ser un escritor incapaz de escribir una hoja, nuestro héroe se convierte de la noche a la mañana en un wonder boy, un superhombre capaz de cualquier cosa que se proponga. Burger logra traducir visualmente ese “despertar” a una consciencia superior, donde todo es más claro y más fácil. Es divertido seguir a Bradley Cooper en este viaje hacia el poder, pero también asusta un poco porque sabemos que tarde o temprano habrá que pagar un precio por ello. ¿Entonces porqué ‘Sin Límite’ no supera la calificación de “pasable”? Es que aún no ha transcurrido más de media hora y todo lo demás es una cuesta abajo. La tensión se diluye en una intriga criminal ordinaria, y en un relato amoral sin costos ni sacrificios. Felizmente tiene sentido del humor, no se toma muy en serio, aunque esa pelea callejera inspirada en Bruce Lee patina en el ridículo.  

CALIFICACIÓN: ***

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